¿Y si a la Consultoría de RRHH “le damos la vuelta como a un calcetín” y la convertimos en Singular?
¿Y si la transformamos, la reinventamos?
Pues lo hice hace ya uno años.
Me gustaría empezar remontándome a otro mundo. El mundo que ya ocurrió hace exactamente diecinueve años. Mi interés por los recursos humanos de las empresas se despertó con entusiasmo, aunque mi concepción sobre su función en una empresa sería corta: selección y formación.
¿Qué más podían hacer los recursos humanos entonces? Y era más o menos así. Algo que ahora se podría definir como una consultoría clásica o convencional. Además, yo procedía de estudios de psicología. Ya acarreaba experiencia en selección. Y conocía el mundo de la empresa. Y me llamaba mucho la atención la relación de una persona con el entorno de toda una organización.
Así que fue el principio de considerar algo más complejo eso que todo el mundo llamaba recursos humanos. Y aunque se puede medir una persona y una empresa con cifras, suma de méritos y años de experiencia, había que admitir que esos tres o cuatro o veinticinco parámetros no eran suficientes.
Cada persona es un mundo distinto y cada empresa un universo diferente. Es algo así como el ADN que lleva cada persona, tan único. Y de cada empresa, tan singular y diferente. Y eso que había que añadir a lo que aportaban todas esas cifras parecía no tener fin. Eran componentes que aportaban una visión más amplia de modelos de negocio.
Y entre ellos no podía faltar uno fundamental: la Empatía. Era el reto. La clave. Un componente fundamental de ese nuevo ADN. Para saber lo que ocurre. Tener los diferentes puntos de vista. Comprender. Escuchar. Y saber hacer preguntas. Curiosidad. Y eso tan indescriptible que se resume como amor al trabajo. Cariño. Pasión. No sucede tan asiduamente, pero debería ser un concepto más generalizado.
Así es como pude averiguar que la pasta de la que está hecho el nuevo consultor está cubierta de una gran responsabilidad. Con respecto a las empresas que confían en ti. Te dan la función de salvador. Pero tu función no es salvar. Se trata de ayudar. De acompañar. De guiarles por un camino no exento de problemas y dificultades, pero también apasionante.
Y eso es lo que me gusta. Que el camino hacia el objetivo u objetivos sea placentero. Satisfactorio. Y no existe una varita mágica para este nuevo consultor. No hace milagros. Ni controla el poder mental o es un experto mago. Los consultores son personas.
Eso sí, personas que se implican y que necesitan que los demás también se impliquen. Se necesita conocer a la empresa. Y a todas y cada una de las personas que contribuyen, cada día, en que la empresa continúe navegando por tan turbulentos mares.
El consultor te podrá ayudar con amabilidad para que lleves el timón y que cada marinero tenga clara su función en el barco, para ir viento en popa en momentos de bonanza y remar contracorriente cuando llegue la tormenta.
Un consultor tiene una tarea compleja ante sí. Pero esa complejidad debe transmitirse con fluidez, con claridad. El cliente debe entender el mensaje. Siempre. Tanto de forma oral como escrita. Ser una persona ágil para adquirir resoluciones eficientes. Visualizar. Imaginar. Y ser sincero.
De los componentes de ese nuevo ADN me interesa mucho la creatividad. Eso me permite contemplar cada persona como un universo único. Y a cada empresa como una nueva historia por escribir. Perspectivas diferentes. Texturas singulares. Sabores inolvidables. Singularidad. Exclusividad.
Eso que llamas reto y que puede ser una solución creativa o un enfoque original que pueda ayudar a mucha gente de una empresa. Puedes dar en el clavo. Con una sola idea. Ésa que a nadie se le ocurrió antes.
Busca, confía, entrena y utiliza, siempre, la imaginación. Acertarás con la creatividad más que con una rutina. Con hacer lo mismo que los demás obtendrás eso mismo, pero peor. No dejarás de ser una copia de una copia de una copia.
Y es algo que debería enseñarse en la universidad. Dudo bastante que el relato académico deba despreciar la creatividad. Debería ser una herramienta fundamental. Sirve para una empresa y también para una persona.
Tras esos diecinueve años me he dado cuenta que el concepto sobre los recursos humanos y sobre los consultores se ha transformado hasta el punto que ya casi ni se llama así.
Se habla de gestión del talento, de persona, de cultura y empresa, de felicidad… a mí me gusta, en especial, cuando se habla de consultor de humanos en las empresas, una forma de introducir también la antropología, pues creo que tiene esa importancia ancestral del ser humano y las agrupaciones que se conforman para ‘hacer cosas’.
Aunque en el mundo académico se aprecia la importancia que deberían tener los consultores de recursos humanos. De hecho, ya existen estudios específicos con un Máster que propone la Universidad Europea de Valencia.
Es muy positivo que existan estudios superiores de consultor de negocio y de recursos humanos. Y lo más fascinante es cuando todos esos conocimientos los empleas en el mundo real.
Nuevos métodos innovadores y ágiles que serán la base que conformará tu propia visión. Para un trabajo como consultor deberás sacar tu cuaderno de ‘lecciones aprendidas’. Cada día aprenderás algo nuevo. Y eso no se detendrá jamás.
Aprenderás a vender. Repito: vender. Quitémonos el velo. Vender es lo que todos hacemos en todo momento. Vendes que tu día ha sido maravilloso. Que tu coche es el que menos emisiones emite o que te has pintado la pared del salón de blanco. Somos ‘seres vendedores’. Sin esas antiguas connotaciones despectivas. Es otro de esos componentes que va grabado a fuego en ese nuevo ADN.
Como digo, olvídate de la concepción peyorativa. No debes venderte ni tú ni debes vender a una empresa a puerta fría ni nada parecido. Se trata más bien de co-crear. Es decir, construir con el cliente una nueva concepción de su propia empresa para conseguir cumplir una serie de objetivos.
Hay que crear el proyecto con el cliente. Hay que saber lo que necesita. Lo que es adecuado, y lo que no, para su propia organización. Hay que empezar a construir un nuevo mundo.
Una solución o más de una que puedan ajustarse a sus necesidades. Una vez se proponen las soluciones, hay que trabajar a más largo tiempo. Ejecutar las ideas. Tener un presupuesto acorde con los objetivos. Y hay que conocer costes, rentabilidad, gestión de proyectos, planificación, coordinación, trabajo en equipo y todo lo que vienen siendo las famosas competencias del siglo XXI.
Pero el reto verdadero no es otro que el de aprender. La curiosidad por saber si esa idea que te ronda la cabeza sería posible. De plantear cambios. De progresar. De avanzar. De investigar a fondo en la empresa para ver los qué, cómo, dónde, cuándo y porqué. Hay que responder a las preguntas, si todavía no lo has hecho.
Y nosotros queremos ayudarte con ello. Encontrar juntos esas respuestas. Así que no dudes en lanzar tu deseo a info@equipohumano.com Piensa en tu deseo. Queremos darte una experiencia que irá más allá de simples cifras.
José Enrique García.
Director de Equipo Humano.