La competencia estratégica es muy escurridiza. Es difícil de identificar, de mejorar, e incluso muchas de las personas que deberían poseerla ni si quiera lo saben. No todos los puestos de trabajo la requieren, pero sin embargo es completamente imprescindible para los puestos directivos de una empresa. Los estrategas romanos son nuestro ejemplo a seguir.
El imperio romano y el mundo de la empresa cada día se parecen más. Batallar con mucha intensidad para conseguir nuestra victoria como empresa, aliados, enemigos, expansiones territoriales, soldados con perfecta preparación técnica y psicológica, roles perfectamente definidos y coordinados, líderes claros que comunican y motivan… ¿De qué hablamos? ¿del imperio romano? ¿del mundo de la empresa? Pues nos fijamos en Roma y lo trasladamos al siglo XXI, a nuestra actividad empresarial.
Si por tu puesto de trabajo tienes cierta responsabilidad en un área o departamento, o incluso si desempeñas tu actividad profesional como alto directivo en una empresa debes ser consciente de la importancia de la estrategia y ponerte manos a la obra a ejercitar la competencia estratégica. ¿Cómo?, pues lo primero que deber hacer es parar y reflexionar. Sí, así es. Hay cosas en la vida que hay que hacer de forma pausada, y la estrategia requiere su tiempo. Analiza tu situación de partida de forma crítica y constructiva a la vez. Como si se tratara de un consejo romano en el que con cierta distancia con el campo de batalla se analizara el estado de los ejércitos, los problemas identificados en las distintas provincias, se inventariaran los alimentos disponibles, las cuentas del imperio y el grado de vinculación de los romanos con su emperador. Todo eso, pero en tu empresa. Revisa tu modelo de negocio actual.
Como segundo paso hay que visualizar a dónde quieres llegar, qué objetivos debes y quieres alcanzar. Escríbelos, dales forma, coméntalos y debátelos con tus colaboradores más próximos. No te pongas límites en este punto. Si el imperio romano no hubiera sido ambicioso, creativo e intrépido no habría sido el centro del mundo durante varios siglos. Es el momento de trabajar con herramientas creativas para buscar alternativas al modelo de negocio; nuevos segmentos de clientes, nuevas propuestas de valor por combinación de productos/servicios y cambios en la forma de competir en el mercado (mejorando los atributos que sí valoran los clientes), nuevos canales, más comunicación, posibilidad de incorporación de talento a la organización…
Ya estás cerca de ser un perfecto estratega romano. Sólo falta que te acerques a la acción, que lleves los cambios estratégicos a la realidad, a tu día a día. Pero no de cualquier forma. Debes tener en cuenta el impacto de cada acción y su prioridad. Asigna los recursos disponibles de forma que puedas conseguir los resultados esperados lo antes posible. Y lo más importante, supervisa la evolución de todas las acciones para reconducir aquéllas que te alejen de tu objetivo estratégico. Esto es la batalla. Y no sólo por estrategas se recuerda a los romanos.
La clave para convertirte en un auténtico romano es no ejercitar la competencia estratégica de vez en cuando, si no tenerla activada siempre. Cada día en tu puesto de trabajo debes tener esa competencia activada, esperando la señal que le haga cambiar de modo «en espera» a pasar a la acción.
Ana Ribera · Consultora de Equipo Humano