En el mundo actual, parece estar muy cotizado aquel directivo o ejecutivo que sepa «trabajar bajo presión» o que sea capaz de «aguantar niveles altos de estrés». Entonces, un líder de equipo que gestionara su estrés o lo manejara de manera adecuada y supiera encauzar el de sus colaboradores, se lo rifarían.
Las consecuencias del estrés, desgraciadamente, las conocemos todos. Afectan a nuestra salud física, mental, social, familiar y personal. A medida que la responsabilidad de un líder aumenta dentro de la empresa, el estrés se incrementa directamente con ella. Y, qué duda cabe, pensar en una frase tan popular como: «aguanta, aguanta, aguanta, que tener trabajo hoy en España es un lujo», también hace crecer la presión.
La época que estamos viviendo de reajustes en las empresas, recortes de personal, sobrecarga de trabajo, cambios organizacionales, etc., hace que los directivos de muchas empresas experimenten emociones de apatía, pérdida del sentido del humor, irritación, malhumor, nerviosismo, náuseas, migrañas, hipertensión, ansiedad, depresión, bloqueo, entre otras. Y con ello, sus colaboradores.
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