Ya McClelland lo explicaba, el centrar una serie de expectativas y sesgar la información sobre determinado colectivo aumentaba o reducía el rendimiento del mismo. Es lo que se llama el efecto Pigmalión, utilizado en psicología y pedagogía principalmente.
En un experimento realizado en el ámbito educativo donde se les decía a los educadores que los estudiantes iban a pasar una serie de pruebas antes de empezar los ciclos de formación. En realidad no se les hacía ninguna prueba. Después y por azar, se distribuían a los alumnos/as en dos clases. A los profesores/as se les indicaba que la clase A, por darle un nombre, habían obtenido mejores notas de rendimiento que los alumnos/as de la clase B.
No se les comunicaban que notas habían obtenido. La información que se les proporcionaba era que el rendimiento en las pruebas realizadas superaba muy por encima la media habitual. Resulta que al terminar el ciclo, los alumnos/as de la clase A obtenían mejores notas que la clase B. ¿Casualidad? ¿Influencia? ¿Mayor atención? ¿Mejor predisposición? Lo que está claro es que habían sido influidos de tal forma que la actitud que tenían hacia el colectivo de la clase A era diferente que a la otra clase. Es el poder de las expectativas.. Como podréis estar pensando, esto también puede ocurrir de forma negativa.
Y ahora nos vamos al ámbito laboral. Cuando una persona no congenia con otro compañero/a, pero este realiza su trabajo de forma excelente, en cambio en sus evaluaciones de desempeño obtiene puntuaciones por debajo de la media de la plantilla. Está entrando a jugar el efecto Pigmalión. Os invito a leer los experimentos de Rosenthal (1966) que aclaran mucho el asunto.
Lo importante no es conocer qué es el efecto Pigmalión, sino ser conscientes que en ocasiones centramos una serie de expectativas sobre determinadas personas por diferentes circunstancias que nos coartan nuestra forma de relacionarnos, de motivar, de liderar y que debemos saber cómo controlar dichas acciones. Intentemos todos los que tenemos personas a nuestro cargo reflexionar sobre las expectativas que tener sobre nuestros compañeros/as pero de una forma racional sin juicios de valor.
Pruébalo, no hace daño.
José Enrique García, director general de Equipo Humano.