Algo que muchos no saben es que la gestión emocional del talento tiene dos caras.
Podría representarse como un iceberg; aquella parte que sobresale del agua sería la cara visible del talento.
Ésta cara visible realmente sólo hace referencia al 1% del talento, y estaría vinculada al plano material de la existencia.
Lo detectamos cuando vemos a alguien con un conjunto de habilidades, conocimientos, hábitos y aptitudes utilizadas de un modo poco común o convencional, que nos sorprende. Pero, como he dicho anteriormente, sólo es la punta del iceberg.
Aquella parte sumergida bajo el agua haría referencia a la cara invisible del talento, y comprendería los planos no materiales de la existencia.
En este 99% se incluirían aquellos aspectos con un alto impacto en el “factor humano” como la motivación, la satisfacción, el compromiso, la salud psicosocial, el respeto personal y profesional, el equilibrio entre vida laboral-vida privada, la confianza, la equidad, la inclusión, el sentido de pertenencia…
Todos los factores que influyen en los resultados y sin embargo se siguen percibiendo en muchas organizaciones como secundarios y poco relevantes cara a la definición de la estrategia empresarial año tras año.
Entonces, os preguntaréis ¿cuáles son las claves para desarrollar talento? pues bien, una clave básica es no dejar que interfiera el ego en nuestras actuaciones, y de esta manera poder desarrollar las aptitudes correctas que provoquen las condiciones óptimas para dejar que se manifiesten en el plano tangible (la cara visible).
¿Cómo y para qué utilizamos el talento?
Como todo, tiene un proceso. No podemos recoger sin sembrar, así que el primer paso será éste:
1. Gestión Emocional: Sembrar
Lo primero que debemos hacer es preguntarnos:
- ¿En qué me gustaría convertirme?
- ¿Me siento libre para elegir mi camino, o sólo me dejo llevar por lo que los demás puedan pensar?
- ¿Qué me apasiona en esta vida?
- Y por último, ¿qué talentos creo que tengo o cuáles me hacen ver los demás que poseo?.
Como decía Víctor Frankl, el padre de la logoterapia: «Toda persona tiene su propia misión o vocación en la vida, y ésta no puede ser reemplazada. De modo que la tarea de cada persona es tan única como su oportunidad espercífica para llevarla a cabo«.
Todos hemos recibido una dosis de talento, pero hay quien todavía no ha abierto su frasco.
En ocasiones, desconocemos cuál es ése talento, y nos pasamos mucha vida sin ponerlo a trabajar, sin ni siquiera sembrar. Hay personas que anhelan tener los talentos de otros, y otras que utilizan su talento para hacerse valer, por el mero hecho de suplir sus carencias. Es en ese momento, cuando el talento se vuelve en contra de uno mismo.
El talento no es gran cosa si no se desarrolla, y es por ello que no basta con conocer nuestro talento, también debemos cuidarlo. Es por ello que el segundo paso será cuidar el talento:
2. Gestión Emocional: Cuidar
Está bien, ya sabemos cuál es nuestro talento, y pensaréis ¿y ahora qué?, pues ahora hay que hacer que se desarrolle en ese 99% que os decía al inicio. ¿Cómo va a crecer algo en un desierto? ¿cómo poder vivir en una casa llena de basura?…
Muchas veces, las personas cuidamos nuestro cuerpo, pero no cuidamos nuestra mente.
En ocasiones, evitamos problemas o los dejamos para «más tarde» por el miedo de no enfrentarnos, y al fin y al cabo, es como si cada día, en lugar de bajar la basura, la metiésemos bajo la alfombra.
¿Qué pasaría tras un mes realizando dicha práctica? pues lo mismo pasa con nuestra mente. ¿Cómo «bajar la basura»? Mediante la práctica de la meditación, o lo que se conoce como «mindfulness».
Los beneficios del mindfulness se consiguen a través del entrenamiento del músculo de la atención y el enfoque sostenido.
Estudios de neurociencias han probado que la mediante el uso de mindfulness podemos convertirnos en profesionales más conscientes, con una mente más enfocada, ser más capaces de ver con claridad, y de tomar decisiones con perspectiva y creatividad.
Por otra parte, el desarrollo de éstas capacidades posibilita optimizar los resultados en cuanto a rendimiento, búsqueda de soluciones, cohesión grupal, reducción del estrés laboral, y mejorar la gestión del tiempo y de los recursos.
El tercer y último punto solo sería recolectar, recoger los frutos del talento. Es decir, disfrutar del talento.
Mónica Navarro, consultora de Equipo Humano.
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