Los humanos/as de Equipo Humano tenemos el placer de ofreceros un cuento creado por el gran Ismael Quintanilla titulado: «El hombrecillo de la planta de mecanización».
Ismael Quintanilla es licenciado en filosofía y doctor en Psicología por la Universidad de Valencia (1982), de la cual es profesor de psicología social desde el año 1976.
Además, El hombrecillo de la planta de mecanización viene acompañado por una sublime portada creada por Paco Roca, célebre historietista e ilustrador valenciano.
Puedes disfrutar del cuento completo haciendo click en la siguiente imagen o en el enlace inferior. Seguro que os encantará.
ACCEDE A «EL HOMBRECILLO DE LA PLANTA DE MECANIZACIÓN»
El hombrecillo de la planta de mecanización, por Ismael Quintanilla.
El Primer día
– ¡Un fantasma!, ¿de qué cojones me estás hablando? –exclamó Gaspar Boig, el director del departamento de Recursos Humanos de Ibérica de Motores, destacado fabricante español de tractores y de maquinaria agrícola.
Se estaba preparando una infusión mientras escuchaba las novedades que le iba relatando Albert Roselló, su adjunto y colaborador más cercano. Se encontraban en un despacho amplio, acogedor y funcional, bien ordenado y personalizado.
Un gran ventanal dejaba entrar la luz de una mañana otoñal que se proyectaba dejando sombras entre los numerosos objetos expuestos en el cubre radiador de madera sujeto a la parte inferior de toda la ventana.
– Bueno, yo creía que lo sabías, tanto los empleados del turno de noche como algunos de los guardias de seguridad vienen insistiendo en el fantasma que se aparece en la planta de mecanización.
Gaspar Boig se tomó un tiempo para responder, encendió un cigarrillo de la marca Partagás, fuerte y contundente, corpulento, franco y picante. Delicioso, pensó regodeándose.
Tras una larga aspiración exhaló un humo que fue formando pequeños borbotones grises y azulados realzados por los rayos de sol que inundaban la estancia.
¡Viva la vida!, se dijo para sí, luego frunció el ceño, ¡fantasmas!, ¡no era suficiente con el reajuste de plantilla que exigía la crisis de aquellos finales de los setenta en plena transición política! Ahora, además, fantasmas. Se contuvo controlando su cabreo y cavilando su respuesta.
– Historias, leyendas, alucinaciones y coñac de baja calidad. ¿Tú te lo crees? –afirmó con vehemencia mientras seguía exhalando nubes de humo al tiempo que recorría la estancia y se quedaba plantado ante Albert quien se sobrecogió en el asiento, aunque logró esbozar una sonrisa.
Conocía muy bien a su jefe, una persona pragmática, resuelta y realista. Pero había decidido iniciar la conversación de esta forma sin saber del todo como informarle y explicarle lo que de verdad le había traído a hablar con él.
– El que me lo crea o no importa muy poco, pero no deja de ser un problema. Muchos de los empleados lo creen, están ocurriendo cosas muy extrañas.
– Venga Albert, ve al grano y dime a qué has venido y la razón de tanto misterio.
– Un empleado al que no encuentro, una especie de fantasma pero de los de verdad no de los que se aparecen por la noche cantando y haciendo ruidos. Es imposible dar con él pero parece que viene a trabajar y cobra puntualmente.
– ¿Y…?
– Pues eso, que…, bueno…
Albert titubeo buscando la forma correcta de enfocar le cuestión, a su jefe no le gustaban las medias tintas ni los requiebros verbales, tenía que ir al grano pero no sabía por donde empezar.
– …vengo a informarte y a pedir tu ayuda –así estaba bien, pensó Albert, comprometer al jefe era lo adecuado, lo conocía y sabía que no se podría resistir a la responsabilidad–. Verás, este empleado tiene edad suficiente para formar parte del programa de jubilación anticipada que estamos preparando.
Sé que es un técnico en mantenimiento o, al menos, es lo que figura en su ficha. Hace unas semanas empecé a buscarle y a preguntar por él. Siendo un técnico en mantenimiento debería estar constantemente en activo, de aquí para allá, solucionando problemas y circulando por la fábrica. Sin embargo, nadie lo ha visto y nadie sabe quien es.
– Eso no puede ser, si esa persona ficha y cobra o es él o lo hace otro por él. No hay más posibilidades. ¿Has hablado con el Jefe de Mantenimiento?
– Sí, fui a su despacho y no sabía quién era ni de qué operario le hablaba. Buscó en todos los rincones de su departamento sin resultado, pero conseguimos ver sus nóminas, cobra puntualmente y no hay ninguna queja sobre su desempeño laboral. Pedimos las fichas de su control de asistencia y…
– Ya me lo has dicho… ficha todos los días.
– Sí, lo hace siempre unos diez minutos antes de las siete. Es lo que ha hecho hoy mismo. Debe estar en la fábrica pero no lo encontramos.
– Pues habrá que seguir buscándolo.
– No lo encontramos. No está en la fábrica. Es como un fantasma. ¿Llamamos a un parapsicólogo?
De inmediato Albert se percató de que se había excedido. Se arremolinó en el sillón mientras miraba hacia otro lado.
La expresión de cabreo de Gaspar Boig se acentuó, apagó su cigarrillo con parsimonia y terminó su infusión de un trago directo al esófago, para no sentir su amargor, allí se notaba menos.
Malditos cólicos nefríticos, pensó. Un buen café era lo que le hubiera hecho falta, así el Partagás habría acentuado sus heterogéneos y excelsos sabores. ¡Un fantasma y un parapsicólogo! Hasta ahí llegaban las excusas de Albert. Otro enredo a la mochila, como si no tuviera ya bastantes problemas.
– No digas tonterías, no busques excusas y ves a lo esencial. Tú te vas ahora a seguir buscando y, si no lo encuentras, mañana a las 6.30 estás en el punto de control de asistencia y si llega lo sigues hasta ver a dónde va y qué hace.
Ismael Quintanilla.