Hablemos de cambio, de transformación, y de su gestión hasta conseguir que se convierta en algo natural, que la capacidad de cambiar y adaptarse permanentemente se convierta en aquello que nos diferencia como empresa.
Y que ahora, cuando más lo necesitamos, nos sirva para hacer frente al futuro.
Para ello, lo primero es entender las dos posibles formas de cambiar y sus diferencias.
Me refiero a entender las diferencias entre adaptación y transformación, que parecen lo mismo, pero que, en términos de impacto en el negocio, no lo son.
Frente a una nueva situación, que puede venir desde fuera, como una crisis, un cambio en la demanda o en los comportamientos del consumidor, una nueva reglamentación, una nueva necesidad, etc.
O desde dentro, como un cambio en la dirección, un proceso de sucesión en una empresa familiar, una innovación, la incorporación de talento nuevo, etc.
Una empresa puede decidir adaptarse y protegerse de las circunstancias cuando éstas tienes una connotación negativa, o aprovecharlas lo antes posible cuando tienen una connotación positiva.
O puede transformarse, lo que ya, de entrada, suena como algo más profundo, algo a más largo plazo.
La adaptación frente al cambio.
La adaptación permite a una organización añadir cambios rápidos, nuevas medidas de contención, o de revitalización y recuperación, que aparentemente nos van a permitir virar nuestro negocio hacia una situación nueva y protegernos bien del impacto, o aprovechar muy rápidamente las ventajas que tenemos delante.
Por ejemplo, ante una situación de crisis como la que tenemos ahora, una adaptación nos permitirá reducir costes y tratar de equilibrar nuestra situación económico-financiera, quitando todo lo que pueda, todo, sin apenas pensar en su trascendencia a largo plazo, aunque, con toda seguridad.
Nos permitirá pasar esta transición con una mochila menos pesada, esperando que la situación vaya cambiando.
Además, podemos pensar en qué servicios podemos seguir prestando, o que productos podemos seguir suministrando, mientras eso llega, e incluso podemos pensar en aquellos productos o servicios que podrán ser más demandados después.
Y tratar de prepararnos para los primeros pasos a dar cuando podamos abrir las puertas de nuestro negocio o volver a poner la maquinaria en marcha.
La adaptación, bien hecha es muy ágil y tiene un impacto muy rápido en el negocio.
La transformación frente al cambio.
Pero la transformación tiene más transcendencia, y además implica, engloba, a la propia adaptación.
Cuando una empresa se plantea un proceso de transformación ante estas mismas nuevas situaciones, cada paso que da lo hace dentro de una profunda reflexión en la que está analizando diferentes puntos de vista y diferentes momentos del tiempo, todos en el mismo punto en el que hace la reflexión.
Cada reducción de coste lo hace analizando su impacto en el corto plazo, pero también en el medio y largo plazo.
Analiza antes de hacerlo cómo se va a comportar su consumidor ahora, y cómo se va a comportar después.
Analiza el talento que tiene en su organización antes de tomar cualquier medida, y se plantea qué talento va a necesitar ahora, y cuál debe apartar temporalmente y cuidarlo hasta volver a recuperarlo.
Pero además, y ésta es la diferencia principal, analiza el impacto que va a tener la nueva situación en su modelo de negocio.
En la forma en la que hace su función, su propósito, la forma en la que va a poder mantener su diferencia y su propuesta de valor, o la forma en la que ésta va a cambiar cuando todo esto vuelva a una situación de recuperación.
Incluso analiza si su propia misión, su razón de ser, deberá ser diferente cuando acabe la crisis.
Y todo esto, lo empieza a poner en funcionamiento mientras toma las primeras medidas de choque frente a la situación.
¿Cuáles son las diferencias entre adaptación y transformación empresarial?
Con una adaptación, la empresa realiza cambios de rápido impacto y cambios superficiales y cortoplacistas, ya que está pensando en la supervivencia en el corto plazo. Además es más rápida, necesitando implicar a muy pocas personas para lograrlo.
Con un proceso de transformación, esa misma empresa está pensando desde el primer momento incluso en cambiar su propuesta de valor, la forma en la que hará su negocio.
Incluso en cambiar su propio negocio y sus propios productos y servicios, hasta ponerse en duda y dedicarse a otra cosa, a otro propósito como negocio.
Es un proceso más profundo, y por tanto requiere más tiempo, y además necesita implicar a más personas, en realidad a todas las personas de la organización.
Os pongo un ejemplo, un caso práctico que ha surgido en estos días a través de nuestra iniciativa #adelantatealfuturo en Equipo Humano, a la que, desde aquí, os invito a seguir.
Una tienda de ropa. Si sus responsables al frente buscan sólo la adaptación, rápidamente habrán planteado un ERTE para todos sus empleados.
Además porque es una actividad no esencial en esta crisis, habrá obtenido alguna rebaja en el coste de alquiler, reducido el coste de suministros, y habrá tenido acceso a las ayudas disponibles, sea autónomo o sea pyme.
Incluso, si se da prisa y lo prepara bien, habrá obtenido alguna financiación a bajo coste para pasar el bache.
Todo esto mientras espera que se recupere la actividad, espera a que los consumidores empiecen a tener el deseo primero, y la seguridad después, de acudir a una tienda de ropa a reponer lo que puedan necesitar o simplemente empezar a recuperar sus conductas anteriores de consumo.
Pero si ese mismo establecimiento se planteara una verdadera transformación, mientras está haciendo frente al impacto, debería estar pensando en cómo se va a comportar el consumidor de sus productos cuando la actividad vuelva:
- Qué reticencias va a tener a la hora de consumir ropa en una tienda.
- Qué miedos, relacionados con la protección de su salud, va a tener alrededor de los productos a comprar.
- A qué establecimientos acudir.
Esta misma empresa se debería estar preguntando si su tienda está preparada para recibir a un nuevo consumidor, el que aparecerá al final de esta crisis.
Y debería estar pensando en:
- Cambiar su disposición en tienda para guardar las distancias sociales más adelante.
- En proteger la ropa que tiene en las estanterías con algún sistema de precinto sanitario.
- En garantizar a los consumidores una asepsia total en la ropa que otros usuarios se han probado y han devuelto a la estantería.
- A utilizar la tecnología para “probarse” la ropa, sin necesidad de que pasen de una manos a otras las diferentes tallas de la ropa que quieres, etc.
Además, debería estar pensando en que seguir solo en la nueva economía resultante de la crisis no será una buena idea, y quizás colaborar con otros establecimientos puede empezar a tener sentido, sobre todo para implantar algunos cambios en el negocio.
Incluso ese mismo establecimiento puede empezar a pensar en que su propia razón de ser debería cambiar, y pasar de ser un establecimiento dedicado a la venta de ropa, a ser una empresa que se dedica a generar una cultura en los nuevos consumidores sobre las medidas a tomar para consumir y mantener su ropa en condiciones totalmente higiénicas.
Y con todo esto, mientras están esperando al momento de la apertura, se están preparando, formándose de nuevo como empresarios/as, y también orientando a sus empleados/as que han tenido que llevar a un ERTE a que se formen en nuevas maneras de recomendar y asesorar a los clientes con estos nuevos hábitos.
Incluso la financiación y ayudas que puedan solicitar, la harán pensando en que van a incorporar algunos cambios en su negocio, a más largo plazo, y no sólo en la protección a corto plazo necesaria.
Estas diferencias tienen muchas connotaciones, pero la primera es que si dedicamos tiempo a plantear nuestro proceso de transformación, probablemente estaremos mejor preparados para relanzar nuestra actividad.
Y además, nos aseguraremos de que la velocidad de la recuperación para nosotros será mayor.
Si sólo nos adaptamos, sí, nos estaremos protegidos hasta que se lance la actividad, pero corremos el riesgo de quedarnos los últimos y no haber comprendido por el camino lo que va a suceder en nuestro negocio.
Y es posible que no seamos capaces de cubrir las nuevas necesidades y nuevos hábitos de los consumidores cuando todo esto acabe. La transformación, si la hacemos bien, nos garantiza el futuro, y este es el momento de adelantarnos al futuro.
¿Qué hacemos entonces?
¿Me adapto, o me transformo? ¿Sucumbo a la tentación, por miedo e instinto de supervivencia, y me adapto rápidamente y pienso en el corto plazo, o me lo pienso un poco y voy más allá con la transformación?
Muy fácil, tu cambio debe ser una buena combinación de ambas cosas: adáptate rápido mientras vas realizando tu proceso de transformación, y que la adaptación sea desde el principio una parte, los primeros pasos, de tu proceso de transformación.
Si gestionas bien el cambio, el propósito de ambas actuaciones será el mismo y tendrás garantizado tu futuro.
Manuel Muñoz, Director de Desarrollo de Negocio de Equipo Humano.