De nuevo, ese instante. La tensión a flor de piel. El tictac del reloj de pulsera que multiplica su intensidad. El teléfono no cesa un instante de vibrar. Llaman a la puerta con insistencia. Una gota de sudor cruza tu frente. Tienes que tomar una decisión. Ya.
Y contemplas que a tu alrededor no hay nadie. Estás en completa soledad. Tú y tu decisión. Y la tomas. Esa decisión del líder que lo cambia todo. O que resolverá un grave problema. Tal vez una sublime idea para adoptar una acertada, o no, estrategia experimental. Sea como sea, se trata de ese tipo de decisión que debe tomarse de inmediato. Ya.
No hay más tiempo. Tal vez sea buena o mala decisión. Pero fue tu decisión. Y ese instante, ese momento, se vive así. En soledad. Sin saber bien el resultado de tu decisión. No se habla demasiado de esta soledad que afronta el líder de una empresa. Y no todo el mundo la afronta de un modo similar.
La experiencia, la agilidad mental en situaciones de crisis son buenas herramientas para domar esta situación intensa. Y solitaria. La mayoría rumian el problema. A fuego lento. Lo piensan a todas horas. En la ducha. En el coche. Mientras caminan o comen en un restaurante. Ahí está la idea machacando. Una y otra vez. ¿Qué hacer? ¿Cómo?.
Lo dicho, cada uno se le toma a su manera. Pero bien saben todos ellos que llegará el barco al mismo puerto. Y tendrán que tomar la decisión. Solos.
¿Y huir? Hacer como que no va con uno mismo. Que es un problema foráneo. Algo raro y extraño. Eso no es más que cegarse ante la realidad. Hay que afrontar los problemas. Con buenas o malas decisiones. Pero hay que hacerlo. Y tiene un nombre: la valentía del líder. Y quiero hacer un homenaje. A todos ellos. Pos sus mejores o peores decisiones. Pero todos, absolutamente todos, vivieron ese instante. Momentos de soledad que les hizo crecer personalmente. Forma parte de la idiosincrasia del líder.
Es un valor increíble para toda organización. Son muchas de esas decisiones las que permiten que las empresas afloren o perezcan por el camino. Y no valoramos lo suficiente el tremendo gesto de valentía de todos ellos para tratar que el barco siga flotando.
José Enrique García, director general de Equipo Humano.
Vía: El Mundo